Esta tendencia estará reforzada en regiones como la UE por el Pacto Verde Europeo (New Green Deal), que tiene claro que el futuro de Europa depende de un planeta saludable (sostenible) y que es necesario impulsar, de manera urgente, la lucha contra los principales retos actuales en materia de clima y de medioambiente. Todo ello atraerá mucha inversión pública y privada y movilizará miles de millones de euros de financiación sostenible para transformar la región.

En esta línea, hemos visto numerosas empresas, incluidas españolas, que se están decantando por los préstamos verdes, que pueden estar, o bien ligados al cumplimiento de algunos indicadores ASG para la delimitación en cierto porcentaje del coste o tipo de interés, o bien enfocados a la financiación de un proyecto que cumpla los requisitos mínimos para considerarse sostenible.

Este incremento de volúmenes de inversión se está produciendo por las exigencias de inversión con el objetivo de alcanzar la neutralidad en emisiones de CO2 y su financiación podría verse favorecida por una menor exigencia de capital a las entidades financieras a la hora de conceder estos préstamos.

En ese aspecto, a pesar de que la Comisión Europea estaba explorando una propuesta para reducir los requerimientos de capital con criterios medioambientales y de que la EBA está analizando, dentro de su mandato, la idoneidad de aplicar un factor reductor en la financiación de inversiones sostenibles, aún hay muchas incertidumbres.

Por el momento el BCE, de manera informal, está más en la idea de un enfoque tendiente, más que a favorecer o incentivar ‘lo verde’, a penalizar lo “marrón” y parece ser reacio a cualquier modificación, manteniendo la postura de que los requisitos de capital únicamente tienen que estar relacionados con el riesgo asumido en cada caso.

La inversión sostenible, en auge

Es importante destacar que, desde el punto de vista del inversor, la inversión sostenible está tomando también cada vez más relevancia, y no solo porque los inversores se están dando cuenta de que es necesario y urgente invertir con criterios sostenibles, sino también porque con la incorporación de criterios ambientales, sociales y de gobierno corporativo, no solo se reducen los riesgos inherentes a la inversión, sino que, según numerosos estudios, es potencialmente posible mejorar las expectativas de rentabilidad.

Un ejemplo claro de inversión sostenible que favorece a la financiación de grandes proyectos, junto con el sector financiero, y que cada vez está teniendo más importancia, es el de las emisiones de bonos sostenibles (bonos verdes y bonos sociales).

Tienen tal consideración los bonos verdes cualquier tipo de instrumento de deuda en el que los fondos obtenidos se destinen exclusivamente a financiar o refinanciar, de forma parcial o total, proyectos verdes, nuevos o ya existentes, con un beneficio medioambiental claro.

Los bonos sociales son aquellos destinados a financiar o refinanciar proyectos, nuevos o existentes, que generen resultados sociales positivos, es decir, aquellos proyectos cuyo objetivo directo sea bien solucionar o mitigar un determinado problema social o bien conseguir resultados positivos para determinados grupos de población.

Los requisitos necesarios para ser considerado bono verde o bono social son muy exigentes y en ambos casos deberá haber una auditoría externa que los verifique.

Lo que es indudable es que las necesidades de financiación son enormes y por ello es necesario desarrollar un marco favorable de canalización del ahorro hacia la inversión/financiación sostenible, para potenciar al máximo los recursos necesarios.